Origen y evolución del Albaicín

«El Albaicín ha reunido las condiciones para convertirse en el nuevo mito de la ciudad, al manifestar lo que ésta ha sido, en su patrimonio y en sus hábitos sociales y ciudadanos, representando su pasado y su presente y su futuro, que no es otra cosa la capacidad de hacer frente a los nuevos retos que la sociedad granadina tiene ante sí».

B&S Europe

Ilustración albaicín preislámico. Íbero, romano y visigodo.

El Albaicín preislámico

El Albaicín es, desde su origen, un mosaico de culturas. Así recoge Miguel Carrascosa esta naturaleza tan diversa:

«El Albayzín no es sólo el legado exclusivo de un pasado esencialmente musulmán (árabe, sirio, yemení, zirita, nazarí, mudéjar,…) a pesar de los testimonios arqueológicos, monumentales, culturales, lingüísticos que de este largo periodo (ss. VIII-XVI) se conservan en este rincón de hermosura que es el barrio de los Halconeros: adarves, aljibes, alminares, atanores, baños, cármenes, miradores murallas, palacios, viviendas, etc. No olvidemos que, durante los trece siglos que precedieron a la conquista de Al-Andalus por los musulmanes, la ciudad íbero-romana de Ilíberis – que se identifica con los orígenes históricos de Granada- había sido habitada sucesivamente por otros grupos de pueblos diferenciados y antagónicos, de indiscutible personalidad y proyección en el espacio y en el tiempo: túrdulos o turdetanos, íberos, romanos, hispanos, hispano-romanos, visigodos, etc.»

Albaicín Andalusí

Granada nace como ciudad en el siglo XI. Entre los años 1000 y 1003 los ziríes, provenientes del norte de África, se instalan en Medina Elvira. Entorno al 1013, esta población se trasladaría al Albaicín, en lo que hoy es el Mirador de San Nicolás, por motivos de seguridad y defensa.

No obstante, la llegada a la península de los almorávides, en el contexto de la expansión cristiana, supuso la derrota de los ziríes frente a estas tribus nómadas del desierto del Sáhara. Se inicia, así, un período de luchas internas e inestabilidad, los Segundos Reinos de Taifas, que finalizarían con la llegada de los almohades en 1157. Desde este momento hasta 1212, el Albaicín experimenta un crecimiento de población.

En torno a 1238 comienza a configurarse lo que conocemos como el “Reino nazarí de Granada”. Si bien su origen se encuentra en Arjona, donde Muhammad ibn Nasr al-Ahamar (castellanizado «Alhamar», es decir, «El Rojo», en referencia a la coloración roja de su barba) fue proclamado sultán en 1232, será en 1238 cuando este traslade su corte a Granada. Aquí se alza la ciudad palatina amurallada de la Alhambra, centro político y administrativo del Reino nazarí y último enclave musulmán en una península ya bajo control cristiano.

En esta etapa se crea el arrabal del Albaicín. Si consultamos el Plano guía del Albaicín Andalusí de Antonio Almagro, Antonio Orihuela y Carlos Sánchez podremos observar con detalle el trazado de la muralla que lo limitaba y que ha trascendido hasta nuestros días. Sobre esta, Almagro, Orihuela y Sánchez escriben:

“La muralla del Albaicín, construida en el segundo tercio del siglo XIV, comenzaba al inicio de la Cuesta del Chapiz, donde se unía con la del barrio de Axares, bordeaba el Río Darro aguas arriba, ascendía a San Miguel Alto y bajaba a la Puerta de Fajalauza. Continuaba hasta el Postigo de San Lorenzo, para terminar en la Puerta de Elvira. Desde el final de la Edad Moderna, el conjunto urbano formado por el Arrabal del Albaicín, la Alcazaba Antigua, el barrio de Axares y el situado a poniente de la coracha, empezó a conocerse genéricamente como Albaicín, denominación que se ha mantenido hasta nuestros días”.

Siglos XVI-XIX

Tras la conquista del reino de Granada en 1492, el Albaicín se irá convirtiendo en un reducto de población morisca, es decir, de aquellos musulmanes que permanecen en la península tras la conquista cristiana. Si bien en un principio, y de acuerdo a las Capitulaciones de la ciudad, se respetó la legislación y religión de esta comunidad, a fin de alcanzar un clima pacífico, la implantación de una política radical y prohibitiva por el Cardenal Cisneros dio lugar a diversos enfrentamientos, entre los que destacamos el levantamiento del 18 de diciembre de 1499 en el Albaicín.

Las políticas del Cardenal Cisneros inauguran un siglo XVI marcado por la quema de coranes y la implantación de las primeras parroquias, en el marco de un fuerte proceso de asimilación cristiana. Así, la implantación de iglesias sobre las anteriores mezquitas, la instalación de las primeras órdenes religiosas, el establecimiento de residencias señoriales en el Bajo Albaicín o el ensanchamiento de viales y espacios públicos modifican el paisaje urbano del barrio.

En 1570, con la revuelta de las Alpujarras dando sus últimos coletazos, comienzan las primeras expulsiones de los moriscos granadinos puesta en práctica por don Juan de Austria a partir del día 1 de noviembre. que en realidad fue una deportación a tierras andaluzas y manchegas, alejándolos del reino para poder sofocar y atajar los motivos del levantamiento. Con la segunda expulsión de los moriscos del reino de Granada en 1584, el barrio queda prácticamente despoblado. En este momento, la corona implanta una política repobladora que fracasa contundentemente, condenando al barrio a un proceso de ruina urbana, a excepción de la margen derecha del Darro, ocupada por las clases nobiliarias cristianas. Este estado continuará durante el siglo XVII, acogiendo a una mínima población dedicada generalmente a la agricultura y a algunas actividades tradicionales; hablamos de repujadores de cuero, caldereros, abarqueros, tintoreros o hiladores de seda, entre otros.

Sobre la evolución de este barrio, Carrascosa escribe en su obra El Albayzín en la leyenda, las tradiciones y la literatura:

«El Albayzín ha sido siempre un barrio pobre y marginado, si exceptuamos los primeros 250 años de vigencia del periodo nazarí (1232-1492), caracterizado por el auge de su artesanía y de la industria de la seda (…). Recordemos que la decadencia del barrio se inicia con la expulsión de los mudéjares en 1572 [pragmática de 6 de octubre promulgada por Felipe II por la que debían regirse los moriscos del Reino de Granada deportados], se agudiza durante los siglos XVII y XIX y se hace endémica a lo largo de las primeras cinco décadas del siglo XX. Reducida su población al 50% a partir de la década de los 60, como consecuencia de fuertes temporales de lluvia que azotaron a Granada y mejoradas las condiciones de vida de sus habitantes gracias a la restauración democrática de 1978, podemos decir que se han superado, en parte, las adversas circunstancias que, de modo doloroso y directo, afectaron al Albayzín, derivadas de la Guerra Civil de 1936- 1939».

Siglos XX-Actualidad

Desde el final del siglo XIX hasta mediados del siglo XX nos encontramos con un Albaicín abandonado y marginal, como así relataba Federico García Lorca en los años 20 o el albaicinero Gonzalo Rodríguez, quien recuerda cómo en los años 50 y 60 los problemas de adaptabilidad del barrio llevaron a muchos vecinos a trasladarse a otras zonas de la ciudad, entre ellas el Zaidín y la Chana.

El 17 de diciembre de 1994, la UNESCO declaró el barrio Patrimonio Mundial, una categoría que constituye, en el plano teórico, un punto de inflexión para el futuro del barrio. De forma más categórica y sintética, el informe elaborado por B&S Europe para la Fundación Patrimonio del Albaicín (actual Agencia Pública Albaicín) en julio de 2000 recoge el pasado, presente y futuro de este entorno único: «El Albaicín ha sobrevivido porque las características de su asentamiento geográfico, adecuadas para la época que lo vio nacer y crecer, lo dejaron al margen de la modernidad, del desarrollo urbanístico e industrial (…). Esta labor de protección la han ejercido los albaicineros, que lo han conservado para ellos y, al mismo tiempo, para Granada y para todos, como ha reconocido la UNESCO al nombre Patrimonio de la Humanidad (…). Las categorías que han hecho posible el Albaicín que conocemos se han desmoronado, pero unas nuevas condiciones sociales parecen favorecer un interés renovado en muchos de los aspecto del barrio, que lucha desde dentro y desde fuera por mantener su idiosincrasia, el reto permanente de ser recreado conservando lo mejor de sí mismo, contradicción estructural de carácter permanente –cambiar el Albaicín dejándolo como es– al mismo tiempo que expresión de intereses diversos y no siempre bien compaginados».

Redacción: Gustavo Gómez; Paula Mora