Maestro guitarrero

2021-06-14T15:56:09+02:00abril 26th, 2021|Artesanos y emprendedores|

Valerio Licardi se ha sumado a la Escuela de Guitarreros de Granada. No es baladí engrosar este colectivo porque estamos hablando de los mejores creadores de guitarras del mundo.

Valerio vive en el Albaicín desde hace cinco años y medio. Antes trabajaba en el Sacromonte, dentro de su casa. Pero desde que tuvo la oportunidad de instalarse en el Centro Municipal El Gallo, ocupa uno de los talleres de esta instalación dedicada a promover los oficios artesanos.

«Me encanta trabajar en el Albaicín. Es una fuente de inspiración», señala este romano que aprendió el oficio con violines pero cuya pasión son las guitarras. «Estoy consiguiendo un sonido muy diferente, producto de la suma de la tradición granadina con la experiencia italiana. En mis guitarras hay un respeto máximo a esa tradición pero aportando albahaca y mozarella italiana», añade sonriendo con ironía italiana.

«Como John Ray, el presidente de la Asociación de Guitarreros de Granada, que es canadiense, y otros extranjeros, estamos aportando nuestra experiencia a la tradición de la guitarra de Granada. Se está convirtiendo en un elemento globalizado, en el sentido más positivo de la palabra, porque está sumando muchas innovaciones, pero siempre desde el respeto a la tradición. La técnica sigue siendo la misa porque yo aprendí aquí».

Y no le falta razón a Valerio. Al igual que la mayoría de los guitarreros de Granada, sus clientes son extranjeros, mayoritariamente. «En los últimos 5 años, sólo tres de sus guitarras las ha vendido en Granada».

«La guitarra se está convirtiendo en un elemento globalizado, en el sentido más positivo de la palabra, porque está sumando muchas innovaciones, pero siempre desde el respeto a la tradición»

Gonzalo Beas

2021-08-06T12:38:42+02:00abril 16th, 2021|Artesanos y emprendedores, Vecinos|

Gonzalo Beas Rodríguez

Al aire Art. Taller de restauración de arte y yesería.

«Yo siempre digo que mis piezas son pactos, pueden gustar más o menos, ser más bonita so más feas, pero ahí va un trozo de mi tiempo, de mi vida, de mi experiencia, de mi conocimiento»

Gonzalo Beas, nos abre las puertas de su casa y de su alma, nos recibe junto a Amparo, su compañera de vida, con la que comparte no solo su día a día, sino su amor por el arte «ella empezó probando y se le da tan bien como a mí, tiene un don especial para conseguir los pigmentos», comenta Gonzalo con admiración, mientras la mira y nos invitan a pasar.

Gonzalo Beas, es artesano, artesano con mayúsculas, amante de su trabajo y de todos los oficios de antaño. Sus piezas de yesería están realizadas con la misma técnica que los nazaríes empleaban en la Alhambra. Tras más de veinte años como restaurador y conservador y habiendo tenido la oportunidad de trabajar manipulando las piezas originales, ha sabido sacar con esmero y dedicación, la misma composición química de las yeserías del palacio. Así, cuando tenemos entre nuestras manos, una de sus piezas, no podemos más que sentirnos privilegiados, por estar tocando esas obras de arte, idénticas a las originales, tanto en policromía como lo referente a lo visual o lo táctil, pues mantiene la misma textura.

En su taller, Al Aire Art, situado debajo de su casa, en Plaza Aliatar, nos vemos impregnados de la esencia de taller artesano. No solo es un taller, es un auténtico museo, con piezas fabricadas a través de pigmentos que él mismo elabora, junto con otras de cerámica, madera, metal, azulejería del siglo XVI y XIX, zapatas del XVIII. «Sigo la misma técnica, con los mismos materiales. Lo hago exactamente igual que los originales. Copio de los maestros». Él en sí, es ya todo un maestro.

La policromía de sus piezas está realizada con lazurita pura, con la técnica del temple al huevo. El dorado lo realiza con la técnica utilizada en la época nazarí, usando siempre oro en lámina de 24 quilates en las piezas que incorporan esa técnica. Tanto la policromía, como el dorado la realiza pieza a pieza.

«Le dedicamos muchas horas de trabajo, a veces estamos tan concentrados y entusiasmados, con nuestra música de fondo y la pieza que tenemos delante, que no nos damos ni cuenta, de que son las tres de la mañana. Nos gusta lo que hacemos, cada pieza es un reto conseguido», nos comenta Amparo con satisfacción.

En su taller te puedes sentir como en otra época, así se deben sentir los visitantes, interesados por este tipo de artesanía. «Al cliente que entra en mi tienda lo invito a pasar al taller, le enseño el proceso de creación, le puedo dedicar mi tiempo, le hago vivir la experiencia de lo que es la artesanía, a través de la vivencia se van satisfechos, tras ver y participar en el proceso de creación. Y se quedan con la sensación de que han aprendido algo, de que han participado».

Es el turismo activo y vivencial, lo que este artesano está consiguiendo, como así lo constata: «Nuestro correo está lleno de fotos de planchas pintadas por niños de diferentes rincones del mundo, que se las hemos regalado para que ellos practicaran cuando visitaron la tienda con sus padres. Y ya se quedan con esa sensación tan bonita de haber creado algo. Me quedo satisfecho de haber sembrado en cada uno de esos niños y niñas la inquietud por el trabajo artesanal»

Esta es la manera que tiene este artista de ver y entender su trabajo, sabe que, inculcar el amor y el respeto por el arte a la gente y a los niños desde pequeños, es la garantía de futuro para las nuevas generaciones. Y le apena profundamente, que muchos todavía, no estén siendo conscientes de ello. Nos asegura que con este turismo de calidad y de experiencias, «comemos hoy y comerán los demás que vienen detrás, pero aquí no, aquí es: como hoy y mañana Dios dirá. Ahora estamos pagando los efectos del turismo masivo. A veces, me paro a pensar, y me pregunto si merece la pena subir de estatus con el precio que tienes que pagar. Con la pandemia hemos aprendido que no».

Reivindica que en esta ciudad hay nivel cultural, hay patrimonio y que, por tanto, se debe cuidar más este sector, que reconoce que si se potenciara más, ayudaría.

«Tenemos buenos artesanos, buena gastronomía, paisajes únicos, el trato personal y cercano que da el granadino al extranjero, todo eso es lo que hay saber cuidar, para que se mantenga en el tiempo»

Pone su mirada en otros países, donde es conocedor de que la figura del artesano está muy cuidada, apreciada y valorada y se pregunta por qué esto no pasa aquí. Tras esta reflexión, nos expone que su oficio, forma parte del patrimonio cultural, que la artesanía y el arte, son las raíces de un lugar, que debemos cuidar y perpetuar, para que no se pierdan esos oficios artesanales de antaño, pues son las raíces culturales, las que nos dan identidad como pueblo.

Gonzalo, nos dice con pena, que es muy difícil, porque los artesanos que había en su día son los primeros encargados de que su trabajo desaparezca, «nosotros mismos somos los encargados de que este oficio desaparezca, porque no queremos que nuestros hijos se dediquen a esto. Queremos que estén bien, que estudien una carrera que no les complique la vida, que estudien Derecho. Pero por otro lado piensas que es que son nuestras raíces, que son muchos años de esfuerzo».

Propone concienciar a la gente del patrimonio que tenemos, «pero no al extranjero, primero tenemos que concienciarnos nosotros y a partir de ahí tendremos una marca Granada seria y responsable. Vender seriedad, piezas que te garanticen que tienen ese valor».

Artesanía Albaicín Granada España

Ellos todos los años sacan un par de piezas nuevas, con las mismas medidas, técnicas, las enmarcan también en madera natural y cera pura de abeja. «Todo de manera tradicional, y todas las piezas nos plantean un reto. Tenemos en cuenta a la hora de realizar piezas: la fragilidad, el peso, el tamaño. Son factores que hacen que una pieza pueda ser más vendible que otra». Todas van con el papel museo sellado, con el lacre de la empresa, la bandera de la ciudad de Granada. El etiquetado de las piezas en la zona posterior, asegura a cada cliente que la pieza ha salido de su taller y que no ha sido manipulada con posterioridad.

Propone una formación académica, que esté más basada en una práctica con recetas que funcionen, que se ajusten a la realidad, para que la gente vea otras salidas que no sean únicamente la docencia. «Yo sé que, si me hubiese dedicado a ella, no hubiera parado de trabajar, pero prefiero la calidad de vida que, a mí me aporta esto -mi hambre es mía-. Yo no sabría vivir estando en un despacho. Con menos me apaño y disfruto más de mi tiempo, y por supuesto respeto todas las posturas y trabajos».

«El trabajo artístico o lo haces con pasión o no sale»

Nos mira a los ojos y nos dice: «Yo siempre digo que mis piezas son pactos, pueden gustar más o menos, ser más bonitas o más feas, pero ahí va un trozo de mi tiempo de mi vida, de mi experiencia, de mi conocimiento. Con todo mi trabajo he llegado hasta aquí, y me gustaría crear cantera».

Gonzalo Beas, nos dice con emoción, que lo que a él le ha ayudado a desarrollar esta sensibilidad especial por el arte, ha sido el haberse criado donde se ha criado, en el barrio del Albaicín.

«Yo me he criado aquí. Y ya no queda ni un quince por ciento de los talleres que había. Recuerdo que cuando era niño, iba por las calles e iba viendo el que hacía la cerámica, el que hacía el cobre, artesanos que te invitaban a pararte, sentarte y verlos trabajar. Eso me ayudó a mí, a poder apreciar desde pequeño, el trabajo artesanal bien hecho. Estaba rodeado de artistas, aquí había dos luthieres buenísimos, reconocidos a nivel internacional, al lado justo. Tres puertas más arriba había un taller de Fajalauza. Todo eso ha desaparecido, porque al barrio se le ha ido dando una vida que no es la suya, basado en el turismo masivo, que ahora estamos pagando, porque ahora es cuando vemos que ese tipo de turismo no nos da de comer».

Nos vamos encantados de haber conocido a este albaicinero de cuna, al que le gusta hablar con la gente, salir a la plaza y echarse un café con el vecino, hacer vida de barrio y la conexión con las personas. «Me gusta cuando mis vecinos pasan por la tienda y me dejan las bolsas para no ir cargados, me cuentan su día a día, todo eso no lo tenía cuando viví tres años en una urbanización».

Nos recomienda que nos pasemos por la Cruz de Rauda, «para mí hay una zona que, desde niño, me ha atraído siempre, es la Cruz de la Rauda, por el silencio, por lo simbólica que es, te da la majestuosidad de decir esta es mi ciudad y llenarte de orgullo». De este sitio, podría decir, que es uno de sus sitios favoritos del Albaicín, a pesar de que se conoce todas las calles del barrio o casi todas, porque como afirma, «siempre hay algún rincón nuevo por descubrir» y nos invita a hacerlo.

Si Gonzalo tuviese que definir el Albaicín en una palabra sería alma.

«Para mí, el Albaicín es alma, eso es lo que no podemos perder nunca, es el alma del vecino, el alma de los compañeros. Ese alma es el secreto del barrio, es lo que te hace apreciar el sitio, el olor del empedrado mojado, los jazmines colgando por las tapias, el tío de los perros de San Miguel ladrando, el vecino con la guitarra. Es lo que sabes que tienes que tener, ese alma para sentirlo, si no es una ciudad más».

Como albaicinero, sabe que tenemos que hacer todo lo posible por mantener vivo el barrio. «El barrio puede ser precioso, pero si no está habitado es un barrio muerto y es lo que no podemos permitir. Que no se pierda nunca ese espíritu que es el ALMA».

Esta es la historia de un niño, que empezó haciendo un par de piezas, por probar cómo le salían, y que llegó a trabajar para un rey en la recreación de la Alhambra, en Arabia Saudí. Los sueños siempre se hacen realidad y deseamos que nunca deje de soñar, para que, tal y como desea, pueda hacer cantera y todo lo que ha conseguido no se pierda, se transmita.

Redacción: Vanessa Castilla
Fotografía: Victor Vaz-Romero

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