José Vallejo Prieto
José Vallejo Prieto
Historiador y desde octubre de 2020 gerente de la Fundación Carlos Ballesta, enclavada en el carmen de Aben Humeya, en pleno corazón del Albaicín
«Mi primer recuerdo del Albaicín, fue con 14 años, subí dando un paseo buscando casas señoriales y al llegar a la plaza del Salvador, no entré en la iglesia del Salvador porque estaba cerrada, pero al dar la vuelta entré en el patio de la mezquita, la que había sido la Mezquita Mayor del Albaicín. Me quedé realmente maravillado, era sorprendente, esos arcos…, jamás había visto algo así en Granada. Tenía una luz preciosa, era la luz del atardecer. Me quedé con la sensación como si hubiese sido una ensoñación de una leyenda. Tuvo mucha gracia porque luego no supe volver, pasó mucho tiempo hasta que yo volví a identificar ese espacio que estaba semiabierto y luego siempre estaba cerrado y no terminaba de averiguar exactamente dónde estaba el patio. Tardé bastante tiempo en volverlo a ver abierto y en volver a poder entrar a la mezquita. Ese sitio fue bastante impactante y fue mi primer contacto con el Albaicín».

Con entusiasmo, José Vallejo, nos habla sobre una revista que cayó en sus manos, y que le daría a conocer algunos de los rincones más emblemáticos del barrio. «Había por aquellos tiempos una revista salía por temporadas, una en verano, primavera…que se llamaba: Calle Elvira. Pregón granadino, en la que había artículos de Gómez-Moreno, Francisco de Paula Valladar, que me sirvió de primera guía para ir buscando espacios. En el caso del Albaicín al principio, mi interés estaba dirigido a ir buscando casas castellanas, palacios importantes, la casa de Agreda fue una de las primeras y luego ya empecé buscando las casas árabes, las casas moriscas, iba preguntando a los vecinos y me iban indicando».
«Con catorce años, empecé haciendo un catálogo de las casas, de hecho, todavía lo tengo», nos cuenta con la sonrisa de aquel niño de catorce años.
«Luego ya aprovechaba las tardes, a partir de las siete o las ocho de la tarde. Era un barrio vivo donde había muchos vecinos, las puertas de las casas, estaban todas abiertas, daban al patio donde estaban las familias. Entrabas al patio, y la gente te preguntaba: qué quiere usted, a dónde va…, pero no en una forma agresiva sino todo lo contrario, era por si te hacía falta ayuda o si te habías perdido. Entonces yo ya descubrí que les preguntaba por las macetas o alguna cosa así, rompía el hielo y me llegaban a contar experiencias de la Guerra Civil y otras vivencias importantes para ellos»

«Para fotografiar un capitel me llegaron a sacar la mesa de su cocina, para que me subiese encima y poder fotografiar ese capitel»
Luego ya y según sus experiencias, ha ido viendo como con el paso del tiempo, la población del Albaicín se ha ido sustituyendo y el barrio no es tan permeable, «ahora, es un espacio en el que conviven muchas rentas per cápita diferentes, y ya esa apertura del Albaicín no es tanta. Las casas están más cerradas, más controladas, han vuelto a ser en muchas ocasiones casas unifamiliares, con lo cual ya esa idea del patio abierto, no tiene sentido».
Confiesa que a pesar de los años que hace que conoce el barrio, todavía se siente fascinado por sus rincones.
«Yo invitaría a todo el mundo a que intentara ver y comprender el Albaicín como una aventura, es algo apasionante, no vienes una vez y te vas, tienes que volver, porque cada día que vengas va a haber un rincón que antes estaba cerrado, ahora está abierto, lo vas a ver desde otra perspectiva, va a haber un cambio de luz, vas a poder entrar en una iglesia que antes estaba cerrada, vas a poder entrar en un palacio. Eso es una aventura continua de descubrimiento, para mi es lo más importante que tiene el Albaicín»

Este historiador de profesión, ha estado en los últimos 25 años relacionado con la gestión cultural, ha sido comisario de numerosas exposiciones. Ha estado vinculado al mundo de la acción cultural, coordinando y produciendo numerosas actividades artísticas y culturales, especialmente conciertos y exposiciones «y ahora desde octubre tengo un nuevo desafío que ha sido reacondicionar la museografía del centro Carlos Ballesta, situado en la Casa Aben Humeya y estoy muy contento, porque era un desafío, era la primera vez que lo hacía, y la verdad, es que estoy muy satisfecho. Está siendo muy gratificante, la gente que ya ha pasado y ha visitado la casa y el entorno de los jardines, están todos muy contentos. Y la narración que se cuenta también es muy importante, sobre todo, para el propio barrio del Albaicín».
El carmen Aben Humeya, alberga la Fundación Carlos Ballesta López, destinada a promover, realizar, apoyar y financiar, la difusión de la historia del reino de Granada de los siglos XVI y XVII, así como de los periodos históricos anteriores y posteriores estrechamente ligados a la Expulsión de los Moriscos.
«En el Albaicín que exista un museo que hable de la cultura morisca, dentro de una casa morisca, es algo obligado y necesario y, sin embargo, no existía antes. Aquí lo tenemos y además con la ambición de ir perfeccionando las colecciones e ir llevando a mejor puerto el mensaje que se quiere transmitir»
Con el carmen Aben Humeya, se solventa el problema/virtud que tiene una persona que acude al Albaicín a conocerlo: «un visitante del Albaicín, se encuentra vistas maravillosas, o un perfume maravilloso de las plantas que asoman por las tapias y él tiene que intuir que detrás de esas tapias, de esas verjas pasan cosas, y tienen que ser cosas maravillosas, los cármenes. Pero qué difícil es entrar en un carmen, porque o conoces al propietario o muy pocos cármenes hay abiertos al público. Esta es una de las ventajas que tiene ahora mismo el proyecto que estamos desarrollando, que tú puedes entrar libremente a empaparte de cultura, a empaparte de paisajismo, a obtener unas vistas maravillosas, conocer un carmen por dentro, lo que son las paratas, el escalonamiento de las zonas del carmen, y en este caso, además cuenta con un restaurante, con lo cual es una oferta muy completa, y prácticamente única».
En el caso de la casa museo es que en el Albaicín no hay museos, «porque quitando la casa de Max Moreau, que es de la mitad del siglo XX, no hay nada que se le parezca, no hay ninguna otra casa musealizada en la que se pueda interpretar la vida de un periodo tan concreto, como el que nosotros contamos, que viene a ser desde la Toma de Granada hasta la Expulsión de los Moriscos, en 1609. Que gracias a su propietario Carlos Ballesta, el cual, siempre se sintió atraído por el arte, fue atesorando una serie de piezas que nos hablaban de este periodo y que las ha ido guardando con el criterio de poder hacer algún día un museo sobre la cultura morisca. Una cultura que es la gran desconocida dentro de la historia moderna española, que se pasa siempre de largo o por encima y para una ciudad como Granada, la verdad es que es desaprovechar un siglo y pico de vivencias».
Y es que sería una pena que no se conociera más, ya que tal y como nos cuenta, en Granada todos los techos de las iglesias del siglo XVI, están hechas por moriscos, las torres más famosas, como San Bartolomé, Santa Ana, San Andrés, todas son hechas por albañiles y alarifes moriscos. «Entonces es cuando debemos dar a conocer esa capacidad de trabajar y de heredar unas tradiciones pasadas y llegar a postergarlas hasta el siglo XX, como es la taracea, que en esta casa museo se puede ver. El caso de las taraceas es muy bonito, porque abarca desde las relaciones comerciales del reino de Granada con Venecia, o taraceas del siglo XVI, XVIII, taraceas aragonesas, e incluso uno de los bargueños que tenemos, es de la época en la que Washington Irving estuvo en Granada. En un mueble similar a ése, es probable que por las noches escribiese los Cuentos de la Alhambra. Hemos tenido en cuanta hasta esas pequeñas citas para poder narrar algo que sea alegre, cómodo, positivo, que creo que en estos momentos es muy importante».
«Y como dice su fundador, Carlos Ballesta: siempre se ama lo que se conoce, nosotros estamos para dar a conocer algo que tiene que ser amado»
Nos relata con entusiasmo, que todas las piezas que se están adquiriendo son para completar al máximo posible la musealización, e incluso hay piezas que nos cuentan historias paralelas, como, por ejemplo, la historia de los libros plúmbeos.
No se va a quedar como un museo muerto, si no que va a ser un museo vivo, que está en continuo cambio, en continuos crecimientos y que además está abierto a que se pueda realizar cultura dentro del espacio. «Ya tuvimos un concierto que fue la recuperación de la música del Códice Trujillo del siglo XVIII con instrumentos originales. La cultura estuvo presente en el barrio. Tuvimos que hacerlo en ese momento en streaming por las circunstancias, pero la idea es que esos conciertos, conferencias o presentaciones de libros sean abiertas y estén abiertas al barrio, porque pretendemos que el barrio lo disfrute. Porque el tema es que hay muy poca actividad cultural en el Albaicín y es una pena. Nuestra propuesta no está enfocada al turismo en sí, sino a la propia ciudad de Granada, el turismo está bien, por supuesto, pero la ciudad es la que tiene que ser la receptora cultural fundamentalmente».
Para nuestro protagonista, que cuenta con más de un centenar de exposiciones, en las que ha trabajado desde comisario hasta montador, es fundamental el permeabilizar las exposiciones con visitas. «Saco el tiempo, muchas veces sin tenerlo, para enseñar la exposición, las veces que haga falta y lo hago con toda la satisfacción para hacer que la gente conozca más profundamente algo que puede estar muy bonito, muy bien puesto y puede llamar mucho la atención, pero si el que lo ha montado y lo ha investigado, te puede dar más datos, pues imaginaros…, al final, haces que sean unos enamorados más».
Concibe cada exposición como si de un libro se tratara, hecha con obras, con piezas que nos cuentan cosas. «Una exposición puede ser maravillosa con sus obras, pero si no te cuenta cosas, le falta algo».
Nos vamos encantados de haber podido hablar y reflexionar con José Vallejo, una persona, que a pesar de su larga trayectoria todavía es capaz de emocionarse ante un cuadro. Una persona, que dialoga con la obra de arte, una obra de arte que es generosa y que no deja de devolverle la información que busca en este diálogo.

Redacción: Vanessa Castilla
Fotografía: Victor Vaz-Romero